El enfoque existencialista en Limbo: Maxima Estudio-Galería

Tomado de https://lajeringaproyecto.medium.com/el-enfoque-existencialista-en-limbo-maxima-estudio-galer%C3%ADa-fd068c930c72

Por: Ronaldo Hinojosa Valdés

La existencia humana supone un desafío perenne que implica un acercamiento concienzudo a las profundidades de su esencia en estrecha relación con el mundo circundante. Precisamente, el filósofo alemán Martin Heidegger declara en su obra Ser y Tiempo (Heidegger, 2015) un concepto filosófico, en tanto relevante como ilustrador de la existencia humana. En ese sentido, me refiero al concepto de «ser-en el mundo», que constituye la afirmación de nuestra identidad entrelazada e inmersa en un contexto de relaciones y significados, sin obviar la interacción con los otros seres. Cada una de las acciones de nuestro quehacer diario, desde las más mundanas hasta las más profundas reflexiones encuentran cabida en un mundo cargado de sentido para nosotros. En consecuencia, «ser-en el mundo» conlleva reconocer que la existencia humana solamente no está ceñida a nuestra interrelación constante como individuos autónomos, sino que es el mundo y la dinámica de nosotros para con él, quien nos define como seres.

Concomitante con lo anterior, salta al recuerdo la definición que realizara el filósofo francés Jean Paul Sartre al decir: “la existencia precede a la esencia”[1]. Esta aseveración, que forma parte de las ideas del existencialismo como corriente filosófica, dimana una responsabilidad para con nosotros, pues primero existimos, o sea, nacemos, y luego son nuestras decisiones y nuestros actos –en completa libertad– los cuales conforman nuestra identidad. Sartre, además, nos plantea su concepción del «ser en-sí» en su obra paradigmática El Ser y la Nada (Sartre, 1998), en la cual afirma:

(…) Pues el ser es el ser del devenir y por eso está más allá del devenir. Es lo que es; esto significa que, por sí mismo, no podría siquiera no ser lo que no es, hemos visto, en efecto, que no implicaba ninguna negación. Es plena positividad. No conoce, pues, la alteridad: no se pone jamás como otro distinto de otro ser; no puede mantener relación alguna con lo otro. Es indefinidamente él mismo y se agota siéndolo (Sartre, 1998, p 16).

Esta concepción nos expone la condición individual del «ser», la potencia de su esencia y el valor incalculable de su expresión. En suma, tanto Heidegger como Sartre, existencialistas ambos en sus enfoques, nos revelan una concepción del «ser» por sí mismo en relación con el mundo y los otros, eso en su total manifestación, pero sí en algún caso el «ser» se encontrara vacío de sí, entonces: ¿Cuál sería su definición? Pues, el «no-ser», o lo que es lo mismo, la «nada», a la cual Hegel se remite al asegurar que: “nada hay en el cielo ni en la tierra que no contenga en sí el ser y la nada”[2] (Sartre, 1998, p 23).

Los ya mencionados filósofos nos ayudan a comprender el sustrato de la «nada», entendida como la destrucción del yo dado. El uno y el otro coinciden en que lo más cerca que puede estar, o puede sentirse, el ser humano en la «nada» es en el estado de angustia, la cual representa la contingencia de las cosas, o de la relación ser-mundo, y la mirada hacia lo que pudiera haber sido, pero no llegó a ser. Un poco de angustia se encuentra también en el “estar en el limbo”, pues en ese estado de abstracción de la realidad funge cuando el trasfondo es adverso un poco las cosas que no llegaron a ser.

Fotos: Cortesía del equipo de Maxima Estudio-Galería

La reciente muestra inaugurada el pasado 27 de septiembre, en Maxima Estudio-Galería, por el artista Alejandro Lescay Hierrezuelo, contempla una carga existencial declarada desde el propio título. Limbo es un vocablo proveniente del latín limbus que significa borde o límite, en alusión al “borde del infierno” en la religión cristiana. Este término en el lenguaje popular adquiere otra connotación a la cual hace referencia Lescay en esta exposición en tanto lo popular figura más que un simple adjetivo o añadido en la oración, para convertirse en sustantivo o protagonista de la muestra en cuestión. Este recorrido por acercarnos a las interioridades del ser y de la existencia humana, no es más que el recorrido, en distintas paradas que nos propone el artista con esta exposición. El camino lo iniciaron Heidegger y Sartre, mientras que el periplo por el universo y contexto cubanos lo completó Lescay con el despliegue de estas piezas en el espacio. Iniciamos este viaje con la siguiente anécdota que nos regaló Martin Heidegger.

En una ocasión durante una visita a un monasterio en la Selva Negra, Heidegger se detuvo justo al frente de una habitación pequeña, desolada y vacía. Uno de sus acompañantes, sorprendido por la simplicidad del lugar le preguntó qué le resultaba interesante en la misma. Heidegger, sonriente, le respondió que en la aparente nada es donde precisamente se revela el ser. Cuando eliminamos todos los objetos y las distracciones a nuestro alrededor, lo que queda, en definitiva, es el espacio mismo, el vacío que abre la posibilidad de que algo sea. En nuestro mundo moderno estamos tan abrumado de cosas y tan saturados de estímulos, que olvidamos el valor del vacío, el espacio donde puede emerger lo nuevo. La existencia no se define solo por lo que está presente, sino también por lo que se ausenta. Este vacío no es una carencia sino una apertura hacia la totalidad del ser.

La anécdota de Heidegger y la habitación vacía nos presenta un punto de partida para adentrarnos en el universo de cada pieza en este periplo, puesto que esta representada angustia, en expresión de limbo, brinda la apertura hacia la develación del «ser» “cubano”, en tanto el «ser» y la «nada» son dos componentes complementarios de lo real, y en suma, al decir de Sartre: “dos abstracciones, sólo cuya reunión estaría en la base de realidades concretas” (Sartre, 1998, p 22).

Al sumergirnos en el espacio creativo en virtud de viaje por las paredes de Maxima Estudio-Galería, nos impactan las siete piezas que alumbran la pared derecha: nuestra primera parada en este recorrido por el «ser» y la «nada» desde el sujeto cubano. Creyente ll, la primera de estas siete, plantea una mirada reflexiva desde la esencia humana a través de la espiritualidad dimanada de ella, en relación –específicamente– con la cultura cubana que ostenta a raudales este sustrato, expresado en las distintas creencias que desde lo popular ilustran nuestro panorama religioso. Las plegarias que se van iluminando desde la oscuridad, condensan un cúmulo de sentimientos encontrados por el ciudadano común, que ya no posee en su pensamiento una solución posible a sus dificultades. Por tanto, acude a una instancia superior a nuestra existencia, buscando la acogida, y más allá de eso, la salvación. La condición de lo posible se convierte en imposible ante los ojos del creyente.

Continúa debajo, 14 de febrero, una fecha en nuestro calendario anual que invita a la alegría y simboliza el amor, entendido a partir de las relaciones interpersonales. Precisamente esto último, destapa el carácter desolador de la obra, compuesta por: una mesa como objeto simbólico de la familiaridad en la tradicional cena; dos platos; dos sillas, y la ruptura de esta dualidad con la representación de una sola persona. La soledad es abrigo de este suceso inmortalizado, que nos parece familiar no por el hecho de la relación con otros seres sino por lo habitual de su manifestación en el hogar cubano. Cada vez más se hace latente la presencia de este vacío, a la espera de la oportunidad de que algo sea, y que en el futuro es probable que no será.

Esta condición nos interpela un proceso introspectivo para encontrarnos como «ser» y reinventarnos en la contingencia. Algo similar sucede con la obra En busca de sentido, representación de un sujeto, con el rostro en penumbra (ausencia de la viveza de sus rasgos faciales), sentado en un banco. Sin duda alguna responde a una situación de la cotidianidad que apela a la angustia plena del «ser», o más bien, a la crisis existencial de ese «ser» en el mundo circundante. Aquí la mirada no es hacia el frente. La postura recta al sentar es suplantada por una postura en la cual descansan sus brazos sobre sus piernas, inclinados hacia delante. La corporalidad enuncia su estado emocional, en conjunto con la mirada hacia el suelo, buscando respuestas y explicaciones a sus aflicciones, para nada ajenas a nosotros, en tanto, cada espectador transporta o define para sí la suya en esta imagen.

Encima de la anterior, Fiesta en la campiña recrea un diálogo entre espacios ausentes. En primer lugar, el espacio negro del fondo donde emerge la escena, y en segundo lugar, el paisaje campesino con su tradicional bohío, que sorprende por la falta aparente de seres. El calificativo de aparente se comprende debido a la conocida capacidad que engendran los espacios habitables por los seres, al entrañar la esencia de los que convivieron en él. Dicho esto, la fiesta es ilustradora del contraste entre lo que significa y lo que se plasma, es decir, la fiesta es carente de sentido para con la imagen emergida desde la oscuridad. La atmósfera de soledad en el lugar conecta con la desmotivación por la celebración, pues en un contexto como este la necesidad del festejo es subyugada por el aura de tristeza y melancolía absoluta.

Pasando de izquierda a derecha, con énfasis hacia el centro de la pared derecha inicial, aparecen –respectivamente– las piezas El hombre que no pudo reparar un sueño ll y Tierra y Alma. La primera anuncia a un personaje del aparato social supuesto a reparar un sueño, según declara el título, pero de ahí se destapan dos interrogantes: ¿Cuál es el sueño a reparar?, y ¿Qué le impidió reparar dicho sueño? El sueño responde al contexto epocal en que vivimos cuya pretensión era inicialmente enaltecedora, mientras que el obstáculo que impidió acaecer el sueño responde a las circunstancias que derivaron de los distintos procesos del propio contexto epocal, ya no solo que vivimos, sino que vivieron nuestros ancestros. Volviendo al personaje, desciframos su condición de indefinición de acuerdo con el espacio negro, debido a que no visualiza en su «ser» el papel que debe desempeñar en la sociedad, traducida como el espacio negro, o sea, que el estado de limbo constituye la consecuencia inmediata de esta indefinición. Por otro lado, resalta en Tierra y Alma el apego a otro segmento importante con todo lo que ella representa: la tierra. La desnudez del torso humano y el gesto de sostener muy cerca la planta, incita a observar desde el análisis la necesidad de acercamiento con la naturaleza, con nuestro «ser-en el mundo». Nuestra relación con la tierra despega una vitalidad que completa nuestra esencia, de ahí su carácter renovador y sorprendente. En consecuencia, Tierra y Alma es el reclamo de esa necesidad, y es el llamado a salir de este limbo.

Finalizando esta primera parada, llegamos al centro con Línea de Silencio. Potente resulta el poder del silencio, pero más aún si esta encierra en su interior la vorágine de la societas que integra. Así mismo sucede con esta pieza tripartita, que pone a la luz tres sujetos correspondientes a distintas generaciones, con una línea horizontal siempre estable, que emula la continuidad del silencio en las épocas. Las expresiones faciales no hacen más que recrear la repulsión de la comunicación de estos seres que nacen de la sombra. El conflicto existencial radica en el impulso necesario de construir una nueva realidad, de tomar como experiencia nuestros errores pasados para potenciar el presente y encumbrar nuestro futuro. Solo así podemos llegar hacia el camino del bienestar que deseamos, y del despliegue de nuestro «ser».

Anunciada desde la exposición La espera en 2021, la técnica del scratchboard –presente en las obras de esta muestra– funciona más que un mero medio de creación artística, al ser –en definitiva– el pretexto plástico perfecto para develar el entramado conceptual de esta propuesta. La misma consiste en grabar (a la manera de la calcografía en el grabado de los grandes maestros del Renacimiento) con una aguja –o algún objeto punzante– directamente sobre una cartulina en negro de forma que la figura vaya emergiendo de la oscuridad. Es una técnica que demanda paciencia y dedicación infinita para desentrañar el elemento representado, es decir, con respecto a esta muestra, el «ser» que nace y se destapa en estas obras.

Seguidamente llegamos a la segunda parada en este paseo, con el diálogo entre las obras ubicadas en la pared frontal, tituladas ambas Muchacha frente a paisaje cubano. El diálogo se produce mediante la pieza realizada en scratchboard y su similar correspondiente en un lienzo de gran formato, jugando a la vez con la noción de dimensión y soporte, siempre aportando una visión complementaria en el espectador. La muchacha protagonista en las dos obras se encuentra sentada en lo que pudiera parecer un muro, quizás sea el conocido muro de nuestro Malecón Habanero, en una suerte de mirada meditativa, como las tantas que realizamos a diario, al paisaje cubano que se mantiene oculto. Nuestra función como receptores se centra en darle sentido a esa «nada» en la atmósfera, de la imagen recreada.

La sala del fondo contiene piezas armónicas tanto por lo semántico como por lo formal. Salta a la vista Regreso a la nada a mano izquierda de la sala, que proyecta con un escenario teatral, el trasfondo melancólico y sentimental de su creador, y más bien, del conjunto de personas que se mueven en sintonía con las savias de nuestro contexto. El regreso supone un vistazo hacia lo conocido, y a la vez, un enfoque en un suceso inigualable e inconcebible por el sujeto observante o retornado. La nada se encuentra ahí, en esa suerte de atmósfera difusa. El público indudablemente juega un papel relevante pues es el encargado de dar voz a estas escenas. El contemplar de los años provoca una quietud en este recorrido, pues la figura se ilumina progresivamente en nuestros ojos, al ver el lienzo desde la piedra y el sombrero hasta llegar al rostro inefable del personaje principal. El acto de contemplar está declarado desde el propio título que incita, además, a enfatizar en el paso del tiempo en ese «ser». El tiempo es unidad de cambio y progreso, pero el público entiende que el paso del tiempo es el testimonio principal de la angustia vivida, y por tanto de la porción de acontecimientos ocurridos. En suma, este gran lienzo nos inmiscuye en el aura profunda y reflexiva del tiempo y de la identidad humana, en el cual el sombrero se convierte en compañero más que acompañante, al compartir las constantes relaciones de su poseedor.

Finalmente, sobresalen visual y conceptualmente Ser como quien, igualmente concebida a partir de la comunicación entre la pieza en cartulina y en lienzo. Las dos en conjunto nos presentan un signo, el cual analizando la figura nos conduce a lo que Jan Mukařovský definiría como “signo de época”. Este signo ilustra el sistema de relaciones alrededor del cual surge este signo y del cual él es expresión, que viéndolo desde el enfoque de estas obras corresponden a la construcción de un panorama epocal significativo para las generaciones presentes y predecesoras, es decir, que el signo enuncia el sistema de relaciones de una época, asociado el mismo con la formación estigmatizada para todo pionero y/o pionera, símbolo del niño que se pretende forjar en nuestra societas. El implemento discursivo del título sirve como anclaje semántico a las obras, pues encasilla nuestra perspectiva hacia el paradigma de lo que se pretendía ser y no fue, y a la vez, es una forma de introducirse y sentenciar desde el complejo de la infancia el sistema de relaciones de un período, de ahí que se haya convertido en una convención, o patrón sígnico transferido de un individuo a otro, a nivel de vida en sociedad.

En conclusión, Limbo constituye el manifiesto filosófico de Alejandro Lescay Hierrezuelo, desde la plástica, al definir un enfoque propio, de acuerdo con los teóricos existencialistas. La Filosofía de Lescay tiene en expresión de «ser» al sujeto cubano de a pie, el que imprima constancia y dedicación para vencer la contingencia, mientras que la «nada» se aprecia en el vacío, en la carencia de alma, en la impersonalidad de los sujetos y espacios concebidos para las obras. Cada imagen es vocera y portadora de nuestro contexto, con una vocación testimonial, o más bien documental, pues el trasfondo dicursivo funge como tesis demostrada y aprobada por el público visitante a Maxima Estudio-Galería. El sueño del artista fue cumplido al lograr concebir esta muestra en colaboración con el espacio, siempre receptivo e impulsador del Arte Cubano Contemporáneo. Prueba de ello lo constituye el ejercicio curatorial, complejo sí, como todo reto expositivo, pero en fin reconfortante tanto para el equipo de trabajo como para el artista. Tomemos como estandarte la labor realizada por este espacio, si en definitiva queremos plasmar con responsabilidad y virtud nuestro actuar para con el arte y la cultura cubanas.

Bibliografía

Heidegger, Martin. 2015. Ser y Tiempo (Spanish Edition). Createspace.

Sartre, Jean-Paul. 1998. El Ser y La NADA. Losada.

[1] Afirmación pronunciada en su conferencia en 1945: El existencialismo es un humanismo.

[2] Esquema de la lógica, escrito por Hegel entre 1808 y 1811, como base a sus Cursos en el gimnasio de Nüremberg. Hegel, P. c, — E. 988. Hegel.-Lógica mayor, cap. 1.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.