Limbo: antecedentes y preocupaciones artísticas con Alejandro Lescay

Por: Ronaldo Hinojosa Valdés

La muestra Limbo, inaugurada el pasado 27 de septiembre en Maxima Estudio-Galería, ha suscitado mucho más que asombro a los seguidores del panorama artístico cultural cubano. Estima y veneración son los términos para definir el sentir de los que tuvieron la oportunidad de visitarla en el espacio, y que a raíz de este impacto, podrán visualizarla en posteriores entregas. Con motivo de este suceso surge la necesidad de acercarse a su autor, el artista Alejandro Lescay Hierrezuelo, quien con su cubanía característica, permitió adentrarnos en su mundo no solo al que apreció Limbo, sino al que tendrá la posibilidad de acercarse a todas y cada una de sus creaciones, pues para entrar en el universo de un artista basta solo con la impresión primera. La presente entrevista inicia el camino hacia su universo con una breve reseña de su trayectoria, así como el impacto de su exposición La Espera que serán objeto de interés, el agrado y el disfrute por los amantes del arte cubano.

Presentación…

Mi nombre es Alejandro Lescay Hierrezuelo, nací en Santiago de Cuba y vivo actualmente en mi provincia natal. Creo que mi historia es bastante similar a la de muchos artistas, de los que siempre nos gustó dibujar cuando pequeño. Tuve la suerte de decidir lo que quería hacer, algo que es muy importante.

A partir de eso entro en la Academia Profesional José Joaquín Tejada, en mi segundo intento. Tener esa mala experiencia a tan temprana edad fue una de las cosas más importantes que me ha pasado en la vida, puesto que me permitió enfocarme completamente en el arte. Entrado en la Academia los profesores pensaron que me inclinaría por la escultura, por mi padre, pero no. A pesar de que incursioné en ella nunca sentí la pasión necesaria para transmitir ideas a través de esa manifestación, la veía siempre como divertimento, al igual que la fotografía y el grabado. Me considero más bien un intruso que le gusta beber e incorporar ganancias de esas manifestaciones.

En 2007, me gradué de la Academia en la especialidad de Pintura y luego tuve una experiencia muy enriquecedora en el taller de la Fundación Caguayo, de la cual soy Vicepresidente, estudiando dos años — respectivamente — cerámica y fundición en bronce, disciplinas extremadamente técnicas y tradicionales en la práctica artística, ambas con grandes aportaciones en mi formación como creador.

Desde que me gradué he tratado de sostener la práctica artística — como religión y filosofía de vida — y lanzar, desde Santiago de Cuba, mis propuestas hacia las demás provincias — incluyendo la capital — y el exterior del país. Comprometido siempre con mi pasión y con el crecimiento personal, levantándome cada día con la voluntad de seguir creando.

Es bien conocido tu despliegue por manifestaciones como la pintura, la escultura, la fotografía y el grabado. Estas manifestaciones en las que has incursionado, ¿cómo han influido en tu evolución como artista, específicamente en tu discurso plástico?

Cada manifestación del arte tiene una magia distinta y dimana varios conocimientos para lograrla. A modo de criterio personal, la escultura es la manifestación más compleja. En la pintura entra a jugar lo ilusorio, mientras que la escultura es también ilusoria pero con predominio de lo tangible. En mi caso siempre he sido amante del dibujo por lo que me considero más dibujante que pintor, y el hecho de practicar la escultura me ofreció como ganancia el conocimiento de la anatomía humana y el retrato, sobre todo a nivel de comunicación a través de la tridimensionalidad, así como el propiciar que el público pueda palpar el personaje representado.

En el caso del grabado me pasó algo interesante en relación con la técnica del schrastboard. Resulta que hace un tiempo participé en un curso con Joel Silvano Aguilera, un maestro litógrafo que me enseñó la técnica de “la manera negra”, la cual consiste en entintar la piedra litográfica de negro y luego rayar la misma de manera que cuando se imprime sobre el soporte queda similar al schrastboard, de hecho, en proyectos posteriores pretendo unir estas dos técnicas y crear una especie de diálogo entre ambas. En resumen, este proceso constituyó la génesis de lo que sería a posteriori mi incursión en la técnica del schrastboard.

Como complemento, la fotografía ha significado un beneficio tanto a nivel formal como discursivo, pues desde la exposición La Espera me valgo del recurso fotográfico para plasmar a los personajes, jugando con los planos, los puntos de vista y el enfoque de la luz, que tributaron en conjunto al mensaje de cada pieza.

En conclusión, un artista necesita la mayor cantidad de herramientas posibles para llevar a cabo su discurso debido a que una idea puede funcionar mejor como pintura que como escultura, o viceversa, y en caso de dominar o no alguna conlleva a que la poética se calce o se destruya, producto de la cualidad expresiva que ostenta por el material. El dominio de estas herramientas permite llevar a buen término la creación y no caer en el suceso de tener que contratar a alguien para que ejecute la pieza a partir de tu idea, realidad de la cual discrepo, pues para mi la esencia de la creación es hacer la obra uno mismo.

A nivel plástico, ¿qué representa para ti el blanco y el negro, especialmente, la técnica del schrastboard que llevas implementando?

Fotos Cortesía del entrevistado

En cada creador hay algo que nos une y, al mismo tiempo, nos diferencia: todos queremos expresar algo y cada uno tiene una forma de hacerlo. En mi caso, el color nunca ha sido detonante en mi obra, mi paleta en mi primera etapa pictórica siempre fue muy reducida, casi siempre a grises y rojos, grises y un detalle por alguna zona. Ese aspecto parte desde la sensibilidad que tengo para ese tipo de visión.

Me gusta mucho el blanco y el negro y la expresividad que se logra a través de la imagen. En ese sentido, mi referente principal ha sido Rembrandt con ese tenebrismo que imprimaba en sus creaciones, las atmósferas que generaba y el juego con las luces. Eso me ha perseguido siempre debido a mi condición de dibujante y mi preferencia sobre todo por el dibujo a línea, puesto que le concedo a la misma una capacidad, que de lograr dominarla puedes conseguir todo a nivel semántico y formal.

Precisamente, el schrastboard ofrece, y a la vez integra, todas mis inquietudes plásticas, con esa visualidad casi teatral que aporta, semejante a la de un escenario. Cabe destacar que esta técnica permite la utilización del color y crear especies de veladuras junto con el negro de la superficie, como han experimentado algunos artistas, sin embargo en el caso personal, el blanco y el negro solidifica más el poder de la imagen que quiero proyectar, sin la necesidad de ningún color que provoque disgregación en el mensaje.

La Espera sin duda representantó un punto de inflexión en tu carrera, ¿qué conexiones estableces con Limbo y en qué crees que has evolucionado como artista desde esa muestra?

La Espera marcó un punto de partida sin precedentes en mi carrera, con una importancia que transciende lo profesional. Antes de esta muestra, yo era un artista vago que se caracterizaba por no producir grandes cantidades de obras y por no mantener una disciplina en cuanto al trabajo diario, nunca alcanzando esa capacidad plena. Esta idea, que inicialmente la pensé como una pieza de varias obras para un salón, ya la había desarrollado en una imagen anterior, pero sentí que no se había desplegado del todo ese concepto y decidí archivarlo, hasta que descubro el schrastboard y determino imbricar este concepto con esta nueva posibilidad técnica.

Recuerdo que me siento con David Mateo, le presento la idea y me comenta la posibilidad que implicaría maximizar la misma y convertirla en una exposición, así como la cualidad que propiciaría el despliegue del concepto, mediante el respiro de la dimensión de cada obra. Eso significó un enfrentamiento con mi yo vago y la necesidad de mantener una disciplina de ocho meses de trabajo diario para lograr un total de 140 piezas, y de esta forma concebir un proyecto de gran envergadura. El proceso me nutrió desde el punto de vista personal porque abrió el camino hacia la disciplina y el dejar malos hábitos (fumar), así como el crear nuevos (práctica de ejercicios físicos), llevando hasta la fecha una mirada hacia una capacidad de mi cuerpo y mi mente antes desconocidas.

Plásticamente marcó también un antes y un después. Fue una exposición que estuvo en la XlV edición de la Bienal de La Habana, precedida por un Premio Post-it; el exponer en la Galería Galiano, un excelente espacio; el trabajar curatorialmente con David Mateo, un persona a la cual le tengo muchísimo respeto y que me acompañó en el proceso creativo; el concebir la muestra como una instalación total con toda la galería pintada de negro; el hecho de poder observar la diferencia técnica entre los primeros schrast y los últimos y constatar la evolución, representaron ganancias en mi establecimiento como artista.

En el momento de La Espera se produce la explosión de los NFT en la Isla y por medio de un amigo en Santiago de Cuba, me incluyo en la disciplina. Asimismo, el día de la inauguración se presentó la muestra tanto en el espacio físico como virtual, con la colaboración del Proyecto Artemorfosis, suceso que pudiera ser uno de los primeros, sino el primero, en la Historia del Arte Cubano.

El ser humano es objeto y medida para tus creaciones. ¿Cómo concibes el humanismo que desde el Arte representas?

El ser humano ha sido un hilo conductor que he mantenido a lo largo de mi carrera; siempre ha figurado como el protagonista. De hecho, en Limbo está el único paisaje que he realizado en mi vida que conceptualmente se me ocurrió la idea, pero realmente el ser humano constituye el personaje principal en la mayoría de mis series, muchas veces desde la perspectiva autoreferencial.

Recuerdo la exposición Viva Cuba, una mezcla entre fotografía y pintura, en el cual todos los personajes eran autorepresentaciones. Las exposiciones La Espera y Limbo, han sido en las que más he necesitado la iconografía del ser humano, sobre todo, del cubano para transmitir las situaciones que quería analizar. La Espera se convirtió, como acota mi amigo David Mateo, en un ejercicio de representación de nuestra sociedad porque estaban plasmados todo tipo de sujetos; en tanto, Limbo discursa sobre nuestra sociedad pero desde el ser humano que es el aspecto que me provoca mayor interés semántico.

Las sociedades no se pueden entender desde las construcciones puesto que el ser humano es sin duda el pilar más importante, no tanto desde el punto de vista físico, sino espiritual, y esa espiritualidad social es la que traté de plasmar en Limbo, y seguiré plasmando durante mis creaciones, pues a mi juicio concibo que la mejor manera de reflejar las emociones del ser humano es a través de la representación de sí mismo, elemento que lo hace sencillo pero a la vez complicado, porque se puede caer en lo repetitivo y lo panfletario.

Ese camino de investigación alcanzó su plenitud a partir de las herramientas técnicas adquiridas, y sobre todo, de la herramienta conceptual mediante la lectura de la Historia del Arte y la Filosofía. Igualmente, en Limbo se encuentra la pieza “En busca de sentido” que parte del libro homónimo de Viktor Frankl y a raíz del proceso de lectura surgió la idea filosófica. En fin, cada elemento supone un conjunto de experiencias vivenciales y reales que luego influyen en el despliegue discursivo.

La Sociología y la Filosofía son disciplinas que sobresalen en tu obra. ¿Qué implicación tienen cada una de ellas en el discurso que propones como creador?

Indudablemente estas son dos herramientas que figuran como la médula de Limbo y de lo que va guiando a nivel de pensamiento las obras. Como planteaba anteriormente, para referirse al ser humano hay que hablar de la sociedad y para hablar de la sociedad hay que referirse al ser humano, lo cual es mi camino a la hora de hacerlo. Con respecto a la Filosofía, no soy un estudioso de la misma pero entiendo que hay algunas formas que rigen el comportamiento, transforman la conducta y lo que, evidentemente, quieres decir detrás de una obra. En ese caso, hay herramientas que, para un artista visual, son necesarias poseer como son la Semiótica, para representar correctamente cada imagen, y la propia Filosofía.

En tanto, la Sociología es un aspecto palpable en Limbo, pues el sentido de la muestra se apega más hacia lo sociológico que hacía lo político, dado que el enfoque que imprimo va hacia el sentir del cubano, unido además con la postura filosófica mediante las carencias que estamos teniendo, al estar rodeado de situaciones externas que nos hacen cambiar.

Las obras 14 de febrero y Regreso a la nada son prueba de ello, especialmente esta última, cuya génesis parte de una pieza que realicé con mi amigo Chuli Herrera para Artemorfosis que se llamaba La despedida. La protagonista es una muchacha que conocí, y la obra la hice inconscientemente sin saber que ella se iba. Luego de realizarla y conversar con ella es que me confiesa, de la emoción, que se iba. Eso fue la premonición de un suceso, cosas que resultan increíbles y a la vez inexplicables para el creador. Partiendo de esto, la obra se titula Regreso a la nada porque recrea las sensaciones del que regresa.

Esa anécdota personal es ínfima en comparación a lo que miles de personas están sintiendo todos los días en similitud, una experiencia multitudinaria que te cambia, y cada cubano está cambiando para toda la vida por ciertas y determinadas cuestiones sociales. Hacía esta esencia va mi discurso.

La expresividad del silencio es un elemento que concibo — desde mi punto de vista — como piedra angular en tus creaciones. ¿Qué papel le concedes al silencio, tomando como punto de partida la iconografía que adoptas de los retratos sin boca?

Esa imagen que ha aparecido a lo largo de mi carrera pocas veces la he implementado en una exposición. Silencio se tituló la muestra anterior a La Espera, en la cual aparecieron mis primeros schrast, y fungió como la respuesta a ese personaje que siempre manifestaba pero nunca me lo había tomado en serio para tratar de hacerlo desde el punto de vista multitudinario.

Recuerdo que en el proceso de Limbo vuelvo a repasar Silencio y me viene a la mente un personaje — representado en el centro de “Línea del silencio”de mi centro de trabajo, que se había sacado los dientes y andaba en todo momento con pena por esa condición. Producto de un gesto que él realiza, visualizo una línea en su rostro y a raíz de eso surge “Línea del silencio”, puesto que se me construyó un horizonte de silencio que me dejó impactado, motivando de esta forma a la concepción de esta obra, que incluso podía haber sido más ambiciosa con un horizonte más amplio y muchos personajes, algo que quizás retome en una instancia posterior. Esta motivación inicial me hizo pensar además en el autosilencio, como una especie de autoflagelación o autocensuración, del cual aborda también la pieza.

Duchamp definió el arte retiniano como aquel que pretendía halagar el ojo y no la mente. Partiendo de la concepción crítica de Duchamp. ¿Como concibes el Arte de acuerdo a tu propuesta?

Considero ante todo que un artista visual debe ser visual, parece repetitivo pero muchas veces hay que decirlo, porque nadie se sorprende que en la música el artista trabaje a partir del sonido, entonces porque debe ser una sorpresa que un artista visual trabaje a través de la visualidad.

Personalmente, yo no recrimino ninguna tendencia del arte, toda manera de hacer arte es verídica mientras que lo propuesto sea bueno. Lo que si es cierto es que muchos artistas se apoyan en estas posibilidades para llevar a cabo malas obras, pero eso no conlleva a que la forma de ejecutar sea mala, al contrario, malo es el que lo ejecuta. Lo bueno es que eso es palpable y que el público no es tonto y se percata, al contrario de como se define. Una persona totalmente neófita es capaz de disfrutar una buena música, una buena pintura, y una buena obra de arte en general. El subestimar al receptor es un error sumamente grave.

Una obra de arte visual debe tener características dentro de los cánones visuales como son la perspectiva, armonía, impacto, belleza, entre otras. No aborrezco el concepto, de hecho lo concibo como un elemento fundamental, pero siento que recientemente se ha optado por demeritar ciertas prácticas del arte tradicional, y el mero hecho técnico ostenta un valor notable no solo como experimentación, sino como placer personal. La contemplación de la retina siempre va a ser algo hermoso, y el propio ser humano necesita admirar la belleza dentro de todas sus posibilidades, pues uno de los grandes placeres que tiene las artes visuales es la contemplación retiniana y no se puede separar una cosa de la otra.

Creo además que hay obras que las aprecias y no tienen una explicación lógica, simplemente la sientes. Un ejemplo es la obra de los dos relojes de Félix González Torres, titulada “Perfect Lovers”, en la cual notas que desde la sensibilidad se construye el discurso, algo que te lleva a la conclusión de que esa dimensión solo puede ser lograda por un artista.

En conclusión, necesariamente no todas las piezas de arte conceptual puede ser consideradas obras de arte, como tampoco todas las pinturas puede ser consideradas como tal. El valor está en quien la ejecuta y no en el soporte, la tendencia o la manifestación.

¿Qué podemos esperar de Alejandro Lescay en el futuro?

Una cosa que me interesa muchísimo es mover esta exposición, o sea Limbo. Muchas veces uno erróneamente cree que cuando hace un exposición debe mostrarla, luego guardarla y comenzar a pensar en hacer la próxima. Creo que uno tiene la necesidad, y casi la obligación, de mostrar esa exposición a la mayor cantidad de públicos posibles y tratar de dejar espacio para que la obra encuentre ojos que la miren, personas que la quieran coleccionar, y en fin, otros derroteros para vivir uno esa experiencia.

Esta muestra se va a mostrar en enero del próximo año en Santiago de Cuba, y en ese mismo año pretendo crear un itinerario para presentarla también internacionalmente. La próxima semana sale a la palestra una obra inédita de la serie Limbo en la exposición Curar las aguas en Venecia. En mi mente estoy preparando la próxima exposición de la cual tengo una idea bastante clara sobre los caminos que se van a ver. Como adelanto, habrá novedades y cosas que haré por primera vez en mi vida como creador, las cuales pienso lanzar para 2026.

Siento que mi poética va encontrando un camino como parte de la carrera y de irse construyendo sobre la marcha. Gracias a eso estoy teniendo mayor presencia internacionalmente. Justamente, hace unos meses tuve la oportunidad de exponer una pieza en París, en una excelente muestra de arte cubano y de compartir espacio con artistas como Estereo Segura y Roberto Dihago. En ese sentido, espero seguir transitando el camino bajo varias premisas: seguir viviendo en mi país y en mi natal Santiago de Cuba, y que el primer público que disfrute mi obra sea siempre el público cubano.

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