Exposición La espera
15.12.2021
“La memoria colectiva, por otra parte, envuelve las memorias individuales, pero no se confunden con ellas. Evoluciona según sus leyes, y si bien algunos recuerdos individuales penetran también a veces en ella, cambian de rostro en cuanto vuelven a colocarse en un conjunto que ya no es una conciencia personal.”
Maurice Halbwachs
Las paredes de la Galería Galiano dejaron de ser las impolutas paredes blancas donde las piezas coloridas resaltan, y las luces proyectan un halo de magnificencia a la obra. Alejandro Lescay, en un gran performance ahora las convierte -pintadas totalmente de negro- en ese tablero gigante entintado, donde con finas herramientas afiladas, levanta el negro para revelar la capa blanca debajo. Las imágenes resultantes, rostros, figuras humanas, retratos de amigos, vecinos, desconocidos y hasta un autorretrato, se perfilan a través de líneas claras sobre un fondo oscuro. Trata de individualizarlas a través de finos marcos iguales en blancos, para dar la sensación de pequeños retratos, no obstante la obra en sí es más grande, es un retrato colectivo de más de un centenar de miembros de una sociedad que siempre espera.
Descubrió el scracthboard -un tipo de grabado directo, un proceso en el que una imagen se incide o se corta en una superficie dejando ver capas inferiores- a través de las redes sociales, y lo hizo suya, marcando un punto de giro en su obra previa. A eso le agrega el cambio de ángulo de visión o la perspectiva desde la que estamos acostumbrados en técnicas artísticas para el retrato, excepto la fotografía donde si hay varios precedentes de piezas donde la imagen cenital si es recurrente. Esta forma de ver a su sociedad, a su gente, a sí mismo es gratificante y sorprendente. Entre tanto caos que se vive en días como los que transcurren, aquellos que alzan la mirada buscan encontrar lo imposible, un equilibrio, una esperanza y así lo capta Lescay en su obra -le llamo obra en singular porque intentar ver las piezas por separado o individualizadas sería un error en mi opinión-.
El artista “sobrevuela” una multitud, los identifica, estudia, cataloga, fija, llegando de esta manera a través de este retrato colectivo conformar una memoria social de los tiempos que corren. Esa memoria colectiva al decir de Maurice Halbwachs, recoge el contexto en que se inscribe, la pandemia, y de seguro si no se desperdiga por el mundo -gracias a la volatilidad del mercado de las artes- y queda registrada en un buen catálogo, será sin duda alguna en una guía para reconstruir ese entramado de relaciones sociales que se han transformado en estos meses. Recuerdos individuales del artista, pero que están inscritos en el marco colectivo, he ahí por lo que me ratifico, que esta es una obra única como un todo, que es mucho más que la suma de sus partes.
Desde el momento cero en que David Mateo y Alejandro concibieron la muestra, dejaron claro la intención de provocar al espectador a través de estos recursos visuales, narrativas y estéticas que posee este estilo del scracthboard. Desde aquel segundo premio ganado en Post-It 7 -avance de lo que hoy vemos- “La espera”, nos dejó absortos ante esa configuración espacial e inmerso totalmente en ella… y a la espera, valga la redundancia, de esta gran exposición.
Si algo pudiera señalarse de negativo a la exposición, en mi criterio personal, es la ruptura de la línea visual con piezas intercaladas, concebidas horizontalmente y que durante su enmarcaje no se les dio una solución similar a las verticales. Situación esta que es salvada eso sí por el minucioso montaje de Carlos Montané. Consideró muy acertada la concepción de “islas” y el cambio de visualidad al contraponer conjuntos de tres filas y dos filas, eso ayuda a no fatigar la vista de quien con la curiosidad de un niño quiere reconocer cada rostro.
Una vez más, Post-It se prestigia como plataforma por excelencia para lanzar a jóvenes artistas, la galería Galiano y sus especialistas se posiciona como el epicentro institucional de esa generación, David Mateo continúa siendo más que acertado en su ojo crítico/curatorial y Alejandro Lescay demuestra que puede soportar y sobre-cumplir las expectativas de aquellos que -se quieran o no- siempre usan la etiqueta “el hijo de…” para señalar. ¡
Enhorabuena por esta obra!